El secreto de Miguel Enriquez
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El secreto de Miguel Enríquez

Updated: May 13, 2021



Miguel Enríquez, el “mulato espurio”. Así le llamaban los blanquitos con chavos al hombre más rico del Caribe. Espurio significa “hijo o hija que no tiene padre cierto por haberse ayuntado su madre con muchos a un mismo tiempo”. En otras palabras, significa bastardo. Pero, ¿por qué le decían así? Bueno, gran parte era el racismo y el prejuicio de la época, porque un hombre negro, que nació pobre y fue zapatero, tenía más poder que ellos y más dinero que todos los residentes de Puerto Rico juntos. Su madre se llamaba Graciana Enríquez, mulata hija de padre blanco, que nació esclavizada y luego fue liberada. Pero, de su padre, no tenemos información, tal vez porque nadie tenía idea de quién era.


A su madre nunca la tildaron de ramera. Debo aclarar que yo no estoy de acuerdo con este término, ni pienso que se mereciera ese sobrenombre, pero dada la mentalidad de la época (el machismo), resalta el hecho que a la madre de un hijo sin padre, no le llamaran así. Es muy probable que para los criollos, “espurio” solo significaba “hijo nacido fuera del matrimonio” y que eso no fuera gran cosa para ellos, por lo menos no tanto como para faltarle el respeto a una madre. Tal vez era solo en la boca de las familias adineradas que la palabra tomaba forma de insulto.




Pero, hay otra posibilidad, y es que el padre de Miguel Enríquez no fue uno ausente y que su identidad era conocida y ocultada (por lo menos en la documentación y en los asuntos oficiales) por las élites, porque afectaba a alguien de sus círculos. De hecho, un tal Francisco de Allende, en una deposición del 1716 declaró que callaba el nombre del progenitor de Enríquez por “mi modestia y su estado”. El “estado” de una persona, podía significar muchas cosas; soltero, casado, civil, militar, laico, eclesiástico. Pero, ¿por cuál de estos estados se sentiría obligado a esconder su identidad? Como esta deposición hay muchos otros ejemplos a través del medio siglo que restaría de vida para el armador de corso. El nombre de su padre nunca se dijo. ¿Por qué? Pues, la teoría que postula el historiador Ángel López Cantos (quien investigó y escribió la historia de Miguel Enríquez), es que este hombre fue un eclesiástico que debió pertenecer al alto clero. Además, debió ser miembro de una de las familias más ilustres de Puerto Rico.


Un hecho que parece apoyar esto, es que el padrino del hermano de Enríquez, José (también ilegítimo) fue el contador, Luis de Salinas. Los oficiales reales, como el contador, tenían el prestigio y la categoría más alta de la isla, superada solo por el gobernador. ¿Por qué personas tan principales, tendrían vínculos tan cercanos a una familia de clase tan baja y tan marginada en aquella época?


Brincaré un poco de tiempo, desde su niñez hasta sus inicios en el mundo del contrabando, antes de recibir la licencia de corso. En el año 1700 Miguel Enríquez, era un joven zapatero de 26 años (más o menos). Cobraba en trueque porque en Puerto Rico la moneda escaseaba. Alguien le pagó por sus servicios con artículos de contrabando, los cuales Enríquez vendió. Resulta que las autoridades se percataron de estos tratos ilícitos y le realizaron un embargo, en el cual encontraron en su mesa unos libros en latín. ¿Para qué tenía Enríquez esos libros y por qué? El latín era el idioma de la liturgia, idioma del clero. Muy pocos curas en la isla dominaban este idioma muerto, más allá de lo que se decía en la misa. Muchos no sabían ni leer, ni escribir bien en su propio español. ¿Sería que aquellos libros provenían de su padre?


Enríquez fue acusado de vender artículos de contrabando en su casa, y sentenciado a cumplir un año de trabajo forzado y sin sueldo en el Morro, y a pagar una multa de 100 pesos de plata. Pero, él solicitó que le cambiaran la sentencia, para trabajar en una de las compañías veteranas, igual sin sueldo, y ese mismo día le aceptaron la propuesta. Terminó trabajando en la artillería, el cuerpo élite de la guarnición. Es súper extraño que la solicitud para el cambio de sentencia fuera aprobada tan rápido. En un caso diferente, de una persona condenada a las reales fábricas, bajo el mismo gobernador, fue por solicitud de miembros del clero, que su sentencia fue conmutada. Así que, para Enríquez, ¿quién pudo mover la voluntad de las autoridades a su favor y tan rápidamente?


Él no puso reparos sobre la multa. No voy a entrar en las matemáticas del asunto, pero esa multa de 100 pesos de plata, era una cantidad de dinero ridícula, mucho más de lo que un zapatero podría pagar. Pero, el misterio más grande es cómo pudo servir de artillero sin sueldo. Tenía que costearse el uniforme y la comida. Luego de pagar 100 pesos de plata, no le quedaría dinero para más nada. ¿Cómo se alimentó por un año?


Ahora, creo que el argumento más fuerte a favor de la identidad del padre de Miguel Enríquez, se puede ver en sus pliegos defendiéndose de las acusaciones y solicitando el cambio de su condena, firmados por el mismo Enriquez. López Cantos nos dice: “Los documentos están escritos con una letra clara, cursada y elegante, demostrando ser el resultado de un largo aprendizaje. No muchos isleños podían presumir de algo parecido. La mayoría eran totalmente iliterados”


Según López Cantos, durante todo el periodo español en Puerto Rico, el analfabetismo era muy común, al punto que ni los alcaldes, ni los eclesiásticos de los pueblos sabían leer, ni escribir. Enríquez no sólo sabía, sino que tenía una caligrafía excelente. No usaba ni “líneas pautadas” (osea que escribía derechito sin líneas de guía, como las que tienen las libretas hoy día), y eso era el logro más grande en la escritura. Para llegar a este punto, necesitabas muchos años de práctica en la niñez. ¿Quién le enseñó a escribir? La única escuela de la época fue fundada por el obispo Padilla en el 1686, y ya para ese tiempo Enríquez hubiera tenido como 10 años. A esta edad, él ya era aprendiz de zapatería. Y, aunque la ley no prohibía que los niños negros asistieran a la escuela, la realidad era otra, porque un siglo después se tendría que ordenar que en las escuelas recibieran niños “blancos, pardos y negros libres”.





Así que,¿quién le pudo enseñar a leer y a escribir? Tuvo que ser alguien muy cercano a él. Y quienes sabían lo suficiente para enseñarle serían miembros del alto clero. Cuando le embargaron sus bienes, también encontraron libros de cuentas. Así que Enríquez también sabía matemáticas.


¿Quién era su padre? En realidad, no se sabe. Ahora, un detalle interesante es que en el 1700, Enríquez compró unos platones y platillos de peltre. Algunos eran para él, otros para su cuñado, y otros para “el señor canónigo don Juan de Rivafrecha”. En sus libros, Ángel López Cantos, no profundiza en este hecho, más allá de cuestionarse “¿Por qué adquirió unos platos para el prebendado catedralicio? Está dentro de la lógica que lo hiciera para su cuñado.” Ahora, en una entrevista que ofreció en la Voz del Centro, donde igualmente asevera que no es su lugar adivinar quién pudo ser su padre, expande acerca de este hecho extraño, diciendo, que a lo largo de su carrera, Miguel Enríquez siempre le hizo lujosos regalos al canónigo de Rivafrecha. En fin, no podemos confirmar la identidad de su padre.


Ahora, Miguel Enríquez fue un hombre que llegó a unas alturas que ninguna persona con su trasfondo económico, social y racial se suponía que alcanzara, especialmente en su época. ¿Cómo lo logró? Claramente era brillante, pero creo que, al igual que cualquier persona sobresaliente en la historia, la respuesta es compleja y abierta a mucha interpretación. Es cierto, que Enríquez creció en una situación muy extraña, entre el privilegio y la marginación. Creció pobre y se enfrentó a todos los prejuicios raciales, pero a la misma vez, recibió una educación de primera, inaccesible hasta para muchas familias acaudaladas.


El conocimiento libera y abre puertas. Permite que las personas que no se supone que sean exitosas, porque nacieron fuera de las esferas del poder, puedan serlo. Los obstáculos serán difíciles y tal vez intencionados para ser imposibles. Pero, de vez en cuando, aparece un Miguel Enríquez que los logra sobrepasar. ¿Cuál fue su secreto? No, no fue su padre. Fue su educación.

 

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Fuentes:


Lamarche Sebastián Robiou. Piratas y Corsarios En Puerto Rico y El Caribe. Editorial Punto y Coma, 2018.


López Cantos Angel. Miguel Enríquez, Corsario Boricua Del Siglo XVIII. Puerto, 1994.


Schwarz Ángel Collado. Voces De La Cultura: Testimonios Sobre Personajes, Cultura, Instituciones, y Eventos históricos En Puerto Rico y El Caribe. Vol. 3, La Voz Del Centro, 2006.

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