¿Sabes la iglesia esa que está to’ jodía cerca del tótem? ¿Esa que llevan como mil años restaurando y no acaban de abrir? Esa es la iglesia San José. Muchos piensan que ese es el segundo edificio más viejo de América (el primero es la Catedral de Santo Domingo, en la República Dominicana). Pero eso no es verdad. Antes de la iglesia hubo un monasterio dominico. En algunos lugares de la internet, encontrarás que el monasterio se convirtió en la iglesia. Pero eso tampoco es verdad. La gente tiene un enredo bien brutal con eso.
El monasterio Santo Tomás de Aquino es como le llamaban al conjunto de la iglesia y un convento dominico. El convento era un edificio aparte, bueno, lo sigue siendo. Fue Juan Ponce de León quien le regaló a los frailes el terreno para el convento. No se sabe quién lo diseñó, pero en el 1523 comienza la construcción. Los mismos frailes montaron hornos de cal y ladrillos para la obra. Ya para el 1529 estaba parcialmente construído y albergaba 25 dominicos. En el 1532, solo existían los cimientos de la iglesia Santo Tomás.
Por si se están preguntando, el convento es el edificio azul que está al lado de esa iglesia (la Santo Tomás, la que ahora se llama San José). Ese convento hoy día lo que tiene es una tienda del Instituto de Cultura. Al otro lado de la tienda, en ese mismo edificio, dice en letras bien grandes Galería Nacional de Puerto Rico. Uno le pasa por al lado a ese edificio cuando entra a Viejo San Juan, pero como que ni lo mira, porque ahí no se entra. Es irónico que el edificio más viejo que tenemos sea casi invisible para nosotros. La Galería Nacional, que exhibía pinturas de los duros del arte puertorriqueño (como José Campeche y Francisco Oller, entre otros) está cerrada. Sólo duró 6 años abierta, y las razones del porqué clausuró están medio sketchy.
Este convento es súper importante en la historia de Puerto Rico. El edificio era un monumento imponente en aquella ciudad acabada de fundar. En el 1548, el obispo Bastida le escribe a la corona quejándose del gran monasterio dominico.
“Hay en esta ciudad un monasterio de Dominicos de grandor bastante para un pueblo de dos mil vecinos, con muchos frailes y para lo sustentar toman mancebos e isleños que antes nos inquietan que ayudan. Edificaron en la prosperidad de la isla. Tienen estatancias, vacas, ganados, negros e indios y ahora quieren hacer ingenios de caballos. Entretanto sé que piden limosna a V.M. para acabar su iglesia. Mejor fuera que vendieran las grangerías y se les obligar a vivir de la pobreza y observancia.”
Si, yo sé, está bien fucked up como el obispo incluye en la misma lista a “vacas, ganados, negros e indios.” El punto es que a los dominicos les iba bien. En aquel entonces lo que había en la isleta eran unas casas de piedras, y el resto de madera y paja (algo tipo bohío). El contraste entre el convento y el resto de la ciudad era tan grande, que por un tiempo los vecinos temían que los dominicos se quedaran con todo allí. Ya para finales del siglo XVI esos mismos dominicos estaban arruinados, y pedían limosna, como el obispo ese quería. Al parecer, a través de los siglos el monasterio tuvo muchas altas y bajas.
El estilo arquitectónico del convento tuvo un impacto bien grande en la arquitectura del resto de la ciudad, influenciando cómo se construían las casas y los edificios en ella por siglos. Algunos le llamarían arquitectura colonial, aunque el estilo de acá, reflejaba el estilo de allá (Europa). En ese sentido, ambos edificios contienen una mezcla de estilos isabelinos (una versión tardía del estilo gótico) y renacentistas, entre otros, dependiendo de la época en que fue construida o remodelada esa parte de la estructura. Llámale como tú quieras. El punto es que los edificios son tan viejos, que su proceso de construcción sobrevivió diferentes épocas y estilos. Si le llamas colonial, se pierde perspectiva de estos periodos históricos. Colonial suena como un solo estilo y no como algo que ha ido evolucionando por quinientos años.
Lo que hoy es Viejo San Juan fue, por lo menos en parte, modelado a base de este convento. Creo que si te fijas bien, te darías cuenta que ya no hay bohíos ni casas de piedra. Todo se parece a ese edificio. Me imagino que fue como cuando construyeron el Choliseo y de repente todos los edificios que construían aquí tenían un techo curvo. Y un fun fact, no fue hasta los años cincuenta que las casa en Viejo San Juan se pintaron de colores, para atraer el turismo. Antes todo era blanco, porque se trataba con cal. La ciudad se hubiera parecido más a Grecia que a cualquier otra cosa.
En la iglesia estuvo enterrado Juan Ponce de León por un tiempo, al igual que unos cuantos gobernadores, como Juan de Haro, quien rechazó el ataque a la isleta del holandés Balduino Enrico. Se estima que en sus criptas hay más de 4,000 personas enterradas de la época colonial. Además, el convento fue el lugar donde el gran armador de corso mulato, Miguel Enríquez, pasó sus últimos días refugiado de las autoridades y allí mismo murió en el 1744. Pero pichea, de Miguel Enríquez les contaré otro día.
Posiblemente la contribución más importante del convento a nuestra historia y cultura es que fue la primera universidad en la isla. Fue el primer lugar en Puerto Rico que educó criollos (osea a gente nacida en la isla), como por ejemplo Juan Troche y Ponce de León (si, eso entero es un solo nombre), nieto del conquistador y el primer cronista puertorriqueño. Luego a mediados del siglo XVII, el Prior Fray Jorge Cambrero, obtuvo la concesión para hacer una casa de novicios. Estableció una escuela de gramática, filosofía y arte, no solo para esos novicios, sino también para los vecinos de la ciudad que quisieran asistir. Un siglo después, José Campeche sería uno de los mejores estudiantes de esta misma escuela.
En el 1821 se cierra el convento de los dominicos. En el 1858 es entregado a los Jesuitas, quienes estuvieron allí hasta el 1886. Durante ese tiempo fue que la iglesia se comenzó a llamar San José. En el 1978 descubrieron en la iglesia un mural de San Telmo, posiblemente del siglo XVI. Su autor se desconoce, pero se cree que es la primera pintura puertorriqueña.
Además de este mural, en el monasterio, el convento y la iglesia colgaban algunas piezas de arte que eran y son tesoros nacionales, aunque probablemente ninguno o pocos de nosotros los hayamos visto en persona. En diferentes momentos algunas estuvieron en el convento y luego se movieron a la iglesia y vice-versa. Pero, a mi entender, muchas no están allí ya. Tenían cuatro pinturas de José Campeche (Nuestra Señora de la Divina Aurora, San Emilio, El Salvamento de Power, y el Sitio de la ciudad de San Juan de Puerto Rico por los ingleses, el año 1797). También contenía algunas obras, más antiguas, que estaban rodeadas de leyendas.
Uno es el Cristo de los Ponce, un crucifijo tallado en madera policromada de la escuela realista española. La leyenda cuenta que fue encargado a España por la familia de Ponce de León y que la nave que lo traía naufragó por Isla de Cabras, pero la caja donde venía la cruz sobrevivió, la rescataron y la llevaron a Caparra. Gracias a este milagroso hallazgo, en tiempos de sequías, se dice que se sacaba la imagen en procesión por la ciudad, y que cuando se regresaba a la capilla, caían los aguaceros. Hay otra leyenda de que una hija de Juan Ponce de León, recién casada, vio el naufragio desde la Casa Blanca, en la isleta. Ella murió en el 1520. Sin embargo, el estilo en que fue tallada la obra no estuvo vigente hasta unas décadas luego de que Caparra se mudara a la isleta en el 1521.
Un criollo en particular que estudió en la recién fundada escuela del Fray Cambrero, fue el licenciado Don Diego de Torres Vargas, Canónigo de la iglesia de Santo Tomás. En el 1647 escribió una descripción de la ciudad de Puerto Rico y en ella incluyó una descripción de la iglesia. Él nunca menciona este crucifijo (o sea el de los Ponce). Es muy posible que haya llegado después de que él haya escrito su obra, o sea más de un siglo después de lo que cuenta la leyenda.
El licenciado sí nos habla de la Virgen de la Candelaria, que llegó a Puerto Rico de Sevilla en el 1613. De ella, decía que “estando el navío para quedarse en aquella flota por la mucha agua que hacía, así como entró la Imagen Santísima estancó el agua y hizo el viaje hasta esta ciudad sin hacer ninguna, y en ella ha obrado muchos milagros y conmigo dos.”
Además, él nos cuenta de las más bella de todas las imágenes, que en aquel entonces llevaba más de 100 años en Puerto Rico y que posiblemente ninguno de nosotros nunca llegue a ver en persona, pero de esa les contaré la semana que viene…
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Referencias:
Blanco, Enrique T. “El Monasterio De Santo Tomás De Aquino.” Puerto Rico Ilustrado, 26 Sept. 1936
De Torres Vargas, Don Diego. “Descripción De La Isla y Ciuad De Puerto-Rico, y De Su Vecindad y Poblaciones, Presidio. Gobernadores y Obispos; Frutos y Minerales.” Crónicas De Puerto Rico, 2nd ed., Editorial U.P.R., 1976, pp. 171–217.
Robiou Lamarche, Sebastián. “La Iglesia De San José: Historia, Imagen y Arquitectura Sagrada De Un Monumento.” Apr. 2004
Tolentino Rosario, Carlos. “Arquitecto Advierte Que La Fortaleza No Se Debe Pintar.” El Nuevo Dia, 22 Nov. 2019, www.elnuevodia.com/noticias/locales/nota/arquitectoadviertequelafortalezanosedebepintar-2531054/.
Velazquez, Edwin. “Hasta Cuando Seguirá Cerrada La Galería Nacional De Puerto Rico Del Instituto De Cultura Puertorriqueña.” PUERTO RICO ART NEWS / Blog - Revista De Arte, Blogger, 16 Apr. 2019, www.puertoricoartnews.com/2015/05/hasta-cuando-seguira-cerrada-la-galeria.html?fbclid=IwAR0TkH4VKMtW4muXIevMJ_Aqg2cGevtK58-2__v6ETomPobs3LSi5U2Lvog.
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